En fin, que ese órgano evoca cuestiones hasta metafísicas como el alma y enfatiza sentimientos difíciles de describir y relacionados con otros igualmente intangibles como la amistad y el amor en sus más variadas manifestaciones, como la carnalidad, la sexualidad y la fraternidad. Sin embargo y por mas técnicos o formales que queramos vernos hablar del corazón cuando no se trata de una enfermedad, resulta inocultablemente cursi.
Recuerdo un artículo de Germán Dehesa aparecido hace algunos años, que hizo que me desternillara de risa y hasta la fecha tengo en la memoria alguna de esas frases que ridiculizaban los eventos políticos y los discursos que presentaban en ocasiones a los candidatos a algún puesto de elección popular. Dehesa compilaba con amenidad todas las expresiones que sin ningún recato se esparcían sobre la personalidad de quien irremediablemente habría de ser seleccionado para representar a su partido: “estrella de la mañana, trono de la sabiduría, arca de la alianza, consuelo de los afligidos, Torre de David, Espejo de Justicia” y otras linduras que sensiblemente no provenían de corazón de ningún individuo y menos aún del corazón colectivo. Les faltaba la espontaneidad que los intereses diversos de quienes asistían hacían imposible; la estridencia y la exageración, así como el momento político no permitían honestamente, o al menos sin exagerar, de discursos de corazón; remitiéndonos con este lugar común lleno de cursilería a lo profundo de la espontaneidad.
Pues bien, yo me permito abusando de su paciencia dar rienda suelta a mi cursilería, aunque también este concepto se encuentre estigmatizado sobre todo junto al machismo. Pero ni las amistades ni las fraternidades reales pueden cimentarse disfrazando o moderando convenencieramente nuestro entusiasmo, o nuestro aprecio. El día de hoy, viernes 29 de octubre no fue así. Convocados por sus hijos y no por ningún organismo político, ni cosa por el estilo, nos dimos cita un importante número de hombres y mujeres para festejar el cumpleaños de Antonio Esper Bujaidar. Empresario y político huasteco que más allá de esas dos actividades que supo ejercer a la perfección, se dedicó con éxito aún mayor a hacer amigos con un estilo siempre franco y desenfadado. Con humor y amenidad en su plática y lo más importante en este rubro: la capacidad y voluntad de escuchar. No fue ni el café ni los panecillos del libanés; no fue tampoco el almuerzo deliciosamente bien logrado por Toño su hijo. Fueron las ganas auténticas de saludar y acompañar a quien desbordó corazón y formó, ni duda cabe, una fraternidad de muchos colores, ideologías y oficios durante muchos episodios en su vida. Algunos de los cuales seguro le fueron dolorosos como el gran padre al que sus hijos veneran.
¿Como puede uno adivinar tantas cosas y sentimientos? Solo había que estar presentes para escuchar los múltiples discursos que ahí se pronunciaron si decir una palabra ni una porra, ni gritos ni estridencias. Eran los discursos de y del corazón que no requieren de alabanzas ni promesas ni dádivas o relatos magnificentes. Solo abrazos y sonrisas. Sin propósitos oscuros ni campañas de ninguna especie, menos aún complots ni conspiraciones. Ni enseñar músculo para nada. Don Toño Esper no quiere promoverse para ningún cargo y por fortuna muchos potosinos de lo que menos queremos hablar en este momento es de elecciones. Que suerte poder disfrutar de pláticas simples y volver a encontrar amigos que, sin pensar como nosotros, respeten y disfruten al adversario. Fraternos porque no se guardan complejos ni rencores. Seguros de compartir la visión de un futuro común en el que la convivencia ciudadana debe estar por encima de nuestras ambiciones y egos. Amistades que crecen en silencio, sin gritos ni elementos amenazantes. Fraternidad como la de Antonio Esper, en silencio y de Corazón.